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jo . ' jolelin de' la Real 5lc'ademia 6ailega
muy brioso entendimiento, de varia y s?lida ciencia? (i), eximia cultiva
. dora de la cr?tica literaria, de la novela, y, en frase de la ilustre D.a Blanca
de los R?os ?la primer cuentista del mundo? (2).
Y ?qu? decir de los acad?micos Correspondientes? Pasando por alto
a los extra?os a nuestra regi?n aunque sean tan egregios como el portu
gu?s Tle?phido Braga, el franc?s Laurent de Rill?, el austriaco Cornil, el
italiano Arturo Farinelli, los americanos Henry E.`'Lang y Hugo Rennert,
el sueco Goran Bjnrkman y el andalu4 Rodr?guez Mar?n;'ci??ndonos tan s?lo
a los que en Galicia abrieron sus ojos ala luz, encontramos entre ellos a ?
varones tan ilustres como el famoso dramaturgo D. Manuel Linares Rivas,
los sabios qu?micos D. Jos? Rodr?guez' Carracido y D. Jos? Rodr?guez
Mourelo, cuyos nombres son invocados como autoridades en : las Acade
mias de Francia; el admirable y malogrado erudito VictorSaid Armesto;
los eminentes pol?ticos Sres. Marqu?s de Figueroa, Gonz?lez Besada y
Bugallal; el soci?logo Jos? Posse Villelga; el admirable poeta Antonio
Rey Soto; las ilustres poetisas Sof?a: Casanova y Filomena Dato Muruais;
el sabio investigador D. Manuel Saralegui y Medina, autor de excelentes
monograf?as hist?ricas; el admirable' penalista Sr. ! Constante Amor
Neveiro, y otros muchos que omito en gracia a la brevedad.
No es, pues, maravilla, que ante la pl?yade de acad?micos insignes,
que acabo de mencionar, me sienta confuso y humillado, 'a causa de mi
pobreza intelectual. Empero la idea clara, el conocimiento exacto* que
tengo de mi peque?ez no ser? raz?n para que me desanime, yme des
aliente y decaiga mi ?nimo. Muy al contrario, el deseo de corresponder
agradecido al gran honor que acabo de recibir de la Real Academia Galle
ga, avivar? mi esp?ritu, redoblar? mis esfuerzos,.multiplicar? mi diligen
cia y de esta manera ?qui?n sabe si ser? origen y principio de alg?n fruto
digno de mayores ingenios, pues no ser?a la primera vez que un ratonci
llo rompi?` los lazos que sujetaban al le?n? .
Para cumplir fielmente los deberes que acabo de contraer, cuento
con una poderosa ayuda; con el grande cari?o que siento por mi peque?a
patria. No necesito demostrar que profeso a mi pa?s un' amor sincero,
profundo, ferviente, intenso, tern?simo y, dentro : de los .justos l?mites,
. respetando as? el se?or?o de Dios, puedo decir que ilimitado. Ahora bien,
la abnegaci?n 'y el sacrificio son el primordial elemento, la base natura) y
? el fundamento imprescindible del amor. Y esta es una verdad tan clara y.
manifiesta, que el gran fil?sofo griego Plat?n; escribe: ?Todos los sacrifi
. (1) M. Pelayo. Pr?logo a las novelas de Pereda.
(a) Cultura Espa~zola, a?o 19o9, p?gina 57o.
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