EL P. FEIJO0 FRENTE A MAQUIAVELO 77
rrentes. Mas, mir?ndolo con sutil reflexi?n, esta instrucci?n, es
s?lo aparente, que hace alguna figura, en' la, te?rica y es in?til en
la pr?ctica. La raz?n es, porque cuando quieren ponerse aque
llos preceptos en ejecuci?n; nunca concurre en el hecho el mis
mo complejo de circunstancias que se halla en el libro...
Siendo el hombre el sujeto, activo de la Historia, por lo tanto
el que protagoniza su acontecer, no puede concebirse aquello
sin ?ste. Pero as? como Maquiavelo sosten?a que todos los hom
bres a lo largo de todos los tiempos, por tener iguales pasiones,
se producen con iguales reacciones, el P. Feijoo no comparte esa
identidad con estos argumentos: .,
El modo suele importar tanto, a veces m?s, que la sustancia
de las acciones, y ?sta es inimitable. Cada hombre tiene el suyo
especial y caracter?stico que le distingue de los otros, y aun en
1 el mismo individuo var?a seg?n la distinta temperie de su cuer
po o diversas disposiciones de su esp?ritu. Una sentencia libre,
dicha con valor y gracia, suele excitar la admiraci?n, el respeto
o el aplauso de aquel mismo a quien en alguna manera hiere; y
? la Propia, pronunciada con miedo, con donaire, o con ingrato
ce?o, mueve a desprecio o a ira.
k Al hablar de la diferencia entre los genios, remarca esas di
ferencias psicol?gicas:
Del mismo modo no hay hombre que no tenga su tempera
mento particular distinto del de todos los dem?s; y a distintos
temperamentos, no hay duda que f corresponde genio distinto.
Mientras Maquiavelo achaca gran parte de los males de los
pueblos a la insuficiente lectura de los libros de Historia por
Parte de sus hombres de Estado, el P. Feijoo nos dice con su
habitual y sutil ingenio:
En todos los tiempos hubo insignes pol?ticos sin libros, y cor
tisimos pol?ticos con el uso de ellos. Es cierto que en T?cito se
hallan bien representados los errores por los cuales los pr?ncipes
perdieron la corona, y los artificios con que otros la adquirieron
? conservaron. Carlos I de Inglaterra era muy dado a la lectura
de T?cito, a quien respetaba como or?culo manual de su go
bierno. Sin embargo, ni acert? a evitar los errores de los unos,
ni imitar los artificios de los otros. Con toda la gran gu?a de
T?cito, apenas dio paso alguno que no le condujera al precipicio;
siguiendo los rumbos, bien o mal entendidos de aquel pol?tico.
baj? del solio al cadalso. A Carlos I de Inglaterra puede contra
,
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