204 $olettn de la Real Academia Gallega
Lo mismo exactamente aconteci? en los tres siglos siguientes,
en que hablar de Galicia o de los gallegos era ocasi?n de burla y
pretexto de grandes regocijos. No se' que admirar m?s, si la pa
, ciencia de los que tal soportaron, o la supina ignorancia de los
que en tales groserfas incurrian. El agravio que tanto nos sonroja
es la acusaci?n m?s grande contra el resto de la naci?n espanola,
que ni conoc?a, ni apreciaba, ni ten?a siquiera la m?s remota idea
de una Regi?n que es el encanto de los viajeros, admirados al
contemplarla, y de unos hombres que, si rudos y ?speros 'en la
forma, tienen clarfsimo y perspicaz entendimiento, por regla
general.
Galicia era desconocida enteramente para el resto de Espana,
a tal punto que todav?a all? por el ano 1901 me pregunt? en Ma
drid un hijo de allf, con cierto barniz de cultura, ?si en la Coruna
habfa senoritas)), d?ndole, por supuesto, a la palabra un sentido
social. ?No puede sospecharse, mayor ignorancia acerca de nues
tra amada Galicia! Sus costas deliciosas; sus r?as, que semejan
lagos de incomparable hermosura; sus valles, siempre verdes, fes
toneados por monta?as, suaves y graciosas las unas, abruptas y
escuetas las otras, todas dibujando en el firmamento las siluetas
m?s raras y caprichosas; sus r?os de mansa corriente y pur?simo
cristal, donde se contemplan est?ticas las mil flores que esm?ltan
sus orillas; todo, hasta aquellas ciudades de tan hist?rica nombra
d?a como Santiago de Compostela y Lugo; de tanta vida mercan
til como la Coruna y Vigo; de tanta importancia como Ferrol;.
de tantos y tan dulces encantos como Pontevedra, todo, como si
nada existiera para los que crefan ciega y puramente que traspo
niendo los desfiladeros de Piedrafita o de las Portillas, no habfa
m?s que un pafs salvaje e inhospitalario, "sin civilizaci?n, sin cul
tura, sin comodidades, sin historia y sin porvenir.
Poco importaba que de aquel ignorado rinc?n de la Peninsula
salfesen hombres como el P. Feij?o y el P. Sarmiento un d?a; como
Ib?flez y Cornide otro; como Castro y Ferreiro; como Cavanilles
y Lasagra; como Font?n y Varela Montes; como M?ndez N?f?ez
y Ulloa; como tantos y tantos que en las ciencias, en las artes, en
la milicia, en el foro, en todos los ramps de la humana actividad
demostraran que era digno de respeto el pals que amamantara a
sus pechos, y se envanec?a justamente llamando sus hijos a varones
de tan preclaro ingenfo. El anatema absurdo e irracional segufa
su marcha triunfante y no hab?a m?s tipo del gallego que el del