96 $oletin de la Real 5cademia Gallega
lico cantor de La Sirena del Norte y Ala luna, el poeta de la Maripo
sa negra, el escritor, que as? combat?a los funestos errores del socialis
mo, como trazaba los rom?nticos cuadros De Villahermosa ? la China,
que sent?a ya ba?ada su frente por la luz de la eternidad, y no
hab?a de tardar en abrir las alas de su esp?ritu, para remontarse de
las sombras y lobregueces de la tierra ? las espl?ndidas claridades
del cielo.
?Y cu?n preciosa fu? su muerte ? los ojos del Se?or! ?Con qu?
serenidad de esp?ritu, con qu? cristiana, con qu? santa resignaci?n
ve?a c?mo se acercaba su ?ltimo fin, c?mo le iban envolviendo poco ?
poco las sombras de la muerte! Durante su enfermedad, dice un bi?
grafo, (1) hablaba con frecuencia de la muerte y del estado de su con
ciencia con su amigo el "presb?tero Miguel S?nchez, y de ?l propio sa
li? el pedir los sacramentos. Su preparaci?n para recibir el de la Peni
tencia y el sagrado Vi?tico fu? de lo m?s edificante. Provoc?base ?l
? s? propio al fervor, recitando en lat?n diferentes oraciones de las que
la Iglesia aplica, por , ministerio de sus sacerdotes, y ?l se aplicaba ? s?
mismo. Cuando recibi? el Vi?tico, record? que por tres veces lo hab?a
verificado en su vida, y aun otra cuarta, a?adi?, lo hice por mi sola
cuenta, para hacerme cargo del Ministerio en 1856; y habi?ndole dicho
que era el d?a de San Gabriel, recit? con perfecta entonaci?n una oc
tava de Valdivieso dirigida al Arcangel. Su madre, su amant?sima ma
dre, le cerr? los ojos, con un beso, y recogi? en los labios su ?ltimo
suspiro. S?lo le falt? al poeta el dulce consuelo, suspirado en sus versos,
de que la muerte piadosa le deparara la tumba donde rod? su cuna,
bajo los sauces y laureles del po?tico y rumoroso Landro. (2)
Se?ores: as? muri? Nicomedes Pastor D?az. Decidme si nuestra
madre la Iglesia no tiene sobrados motivos para gloriarse de tal hijo,
y para exclamar por mis labios, recordando sus palabras y sus ejem
plos: ?Cu?n preciosa es ? los ojos del Se?or la muerte de los justos!
Pretiosa in conspectu Domini, mors sanctorum ejes.
Aquella vida inmaculada, aquel car?cter integ?rrimo, que no halla
ron medio de deslustrar ni la calumnia, ni la envidia; vida embellecida
(1) D. Ferm?n de la Puente y Apezechea.
(2) En su oda A la Muerte, exclama:
Ll?vame de mi Landro ? los vergeles,
Y all?, muerte piadosa,
Bajo los mismos sauces y laureles
Do mi cuna rod?, mi tumba posa...