' bolet?n de la Real 5lcademi? Gallega 95
sia. Jefe pol?tico de Segovia,. cuando el General Z?ri?tegui, primero, y
el Conde de Negr?, despu?s, invadieron la provincia y penetraron en la
capital, recogi? las alhajas de las Iglesias y las encerr? en el AIcazar,
con los caudales del Erario, para ponerlas ? salvo de todo riesgo;
y Ministro de Gracia y Justicia, defendi? en el Senado los derechos de
estola y pie de altar, en un brillante, en?rgico y sensacional discurso,
que fu? como el canto del cisne del eminente estadista y del elocuen
t?simo tribuno.
Y no se vaya ? creer que Pastor D?az obraba as?, obedeciendo ?
m?viles puramente politices, considerando :la religi?n como un mero ?
instrumento de gobierno. Su fe religiosa, hondamente arraigada en su
alma ? la sombra del claustro, fu? siempre s?lida, fervorosa, viva, y
de tal modo se traduc?a en' obras, que ? veces, al leer la biograf?a del
pol?tico, se le antoja ? uno que est? leyendo la vida de un Santo. ?Qu?
mayor prueba de desprendimiento y caridad, que la que di? en Lis
boa, invirtiendo su cuantioso sueldo de Ministro plenipotenciario en
acudir al remedio 'de las p?blicas calamidades de incendios ? inunda
ciones que por entonces afligieron ? Portugal, y en hacer secretamente
limosnas privadas, reduci?ndose ? vivir con la mayor modestia! De su
celo por las buenas doctrinas: bien claro' testimonio di?, siendo Rector
de la Universidad Central, cuando, habi?ndosele presentado los alum
nos de cierta clase en'queja.del profesor, exclam?, despu?s de haber
puesto el conveniente correctivo: ?Yo tambi?n debe ense?ar. Con est?
incidente, en la situaci?n pol?tica y moral de Europa, en la invasi?n
de malas doctrinas, es mi deber protestar con el ejemplo.? Y al ser
nombrado. Ministro de Gracia y Justicia, ?sabeis c?mo se dispuso ? de
sempe?ar tan alto cargo? ?Ah, se?ores! no creo enga?arme, al afirmar
que pocas, muy pocas veces, quiz? ninguna, se haya dado en an?logas
circunstancias tan edificante ejemplo de piedad'y devoci?n. Oid: antes
de echar tan pesada carga sobre sus hombros, debilitados por la enfer
medad, que le, reten?a en; casa, quiso confortar su esp?ritu con el pan
de los ?ngeles, con el manjar de los fuertes; lo pidi? con vivas ansias,
y lo recibi? como Vi?tico.
Minaba ?ay! su preciosa existencia la misma enfermedad que ha
b?a llevado ? la tumba ? su gran amigo, el sublime pensador extre
me?o, Donoso Cort?s. Era el sol de v?vidos destellos que caminaba
r?pidamente hacia el ocaso; era el atleta que, despu?s de haber alcan
zado en el campo de la pol?tica y en el estadio de la prensa, triunfos
dignos de ser cantados por un nuevo P?ndaro, inclinaba su frente al
peso del dolor, que no al golpe del adversario; era el dulce y melanc?