MANUEL MURGUÍA
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En 1860, casado xa con Rosalía e pai de Alejandra, tras varios meses de vida galega, reintegrouse ?como profesional? ó periodismo cortesán. A situación económica do novo matrimonio non era boa e Murguía aceptou un posto de máxima responsabilidade na Crónica de Ambos Mundos. En anos moi delicados. Con parentes e amigos ?de toda la vida? metidos na axitación carbonaria dos demócratas. Como secretario de redacción tivo que asinar canto aparece sen sinatura, facéndose responsable da liña editorial da publicación. Portavoz da empresa, tivo que facer tamén de editor responsable ante unha censura (Manuel Martínez) que persoalmente deostaba. A cruz da profesión periodística, sérvenos agora para entender qué importancia lle concedía á sección das variedades na estructura dos periódicos e as revistas. A ?crónica de sociedad? lucira a sinatura de Juan Valera (n. en Cabra, 1824) nos comezos da publicación. Vitalizada por Murguía, a Revista de Madrid reaparece coa súa incorporación. E co baile en primeiros planos:
Hace tiempo que en la Crónica se echa de menos la ?Revista de Madrid?... Las dobles dimensiones, al convertirse en diario de noticias y revista semanal, nos permitirán usar de nuestros derechos de revisteros.
Inimigo xurado da monotonía cortesá, a sección resalta as festas de sociedade, comensalías e bailes a que convocaban os duques de Medinaceli ou o xeneral O'Donnell, duque de Tetuán, líder histórico da Unión Liberal. Aínda que el prefira o bulicio popular da Pascua e o estrondo do Carnaval:
La época de pascuas en que es una necesidad y hasta una obligación divertirse, ha traído otros convites mil, y bailes y danzas sin cuento; bailan los viejos y los mozos y los pollos, y las hijas y las madres, y hasta los niños, hay bailes de convite y de gran suntuosidad... Nuestros padres y abuelos, viejos rancios y ridículos, juzgaban que los chicos no debían ocuparse más que en estudiar y jugar a la pelota, y las niñas a las muñecas; ¡crasa ignorancia! los niños deben dar grandes bailes y parodiar en las polkas, yambigus, y en los compromisos y galanteos, a sus galantes progenitores; ¿cómo de otro modo habrían de aprender los usos de la buena sociedad?. Los que juzgan que estas fiestas sólo pueden servir para introducir el germen de la vanidad, de la envidia, de la disipación en sus tiernas almas, etc, etc, esos son unos entes anticuados y vetustos, escapados de algún museo de antiguedades; sigan los niños, y diviértase la infancia, y calle y retírense a un oscuro rincón los censores de estos portentosos adelantos.
En resumidas contas, Un cancan de Musard marca o comezo dunha tarefa continuada de cronista moi orixinal. Nas marxes do atrevemento, como se dicía.