294 BOLET?N; DE LA REAL ACADEMIAS GALLEGA
Beciers, cumpliendo tal vez ; alguna misi?n o encargo suyo,
despu?s; de otra embajada del mismo Patriarca en el Cairo.
Se! les .culp? de espionaje para encarcelarlos; pero los verda
deros motivos de su prisi?n no los deja traslucir. Bonhome,
ni podemos, adivinarlos, aun cuando: alude a ellos en la
dedicatoria de su, traducci?n de la Historia de Jos? al General
de la Orden, record?ndole que le son bien conocidos.
La historia del cautiverio, con todas sus penalidades y
sufrimientos, nos la describe el propio ?Bonhome en la misma
dedicatoria. H?blale en ella al General con el coraz?n len
la mano; ; exponi?ndole ingenuamente las angustias y los con
suelos de su esp?ritu, que se manten?a tranquilo e inalterable,
abrazado; coa aquella cruz que Dios le enviaba, y ?l aceptaba
con. la .conformidad propia de las almas que han alcanzado
un : grado muy alto de virtud en el camino de la perfecci?n
cristiana. Habla como un verdadero ap?stol de Cristo, seg?n
se infiere de los textos de la dedicatoria que transcribimos
a continuaci?n, traducidos al castellano.
?Hall?ndome preso en la c?rcel por el Sult?n de .Ba
bilonia, destituido de todo auxilio humano, despojado de
libros y . de muchas cosas, falto de todo y sin esperanza al
guna de verme jam?s libre de las manos de aquel pr?ncipe
horrendo, compelido por la necesidad, me arroj? con todo
mi coraz?n en manos de Aquel que dijo: ?Con ?l estoy en la
tribulaci?n?, y pude ver palpablemente y experimentar de
lleno cu?n presto est? el Se?or para socorrer a los que en El
esperan, porque a medida de la grandeza de los dolores que
oprim?an mi coraz?n, abundaron los consuelos en mi alma,
colm?ndola de gozo hasta tal punto que la c?rcel que antes
me hab?a llenado de horror y de espanto, se haya convertido
luego en b?lsamo de paz y en alegr?a del coraz?n. Acerca de
esto le comunicar? pronto de viva voz cosas muy agradables,
pues con la ayuda de Dios se aproxima el d?a de mi libera
ci?n, ya que son muchos los que se interesan por nuestra
libertad? .
As? se explaya Fr. Alfonso con el supremo Jerarca
de la Orden, dejando traslucir la buena disposici?n de su
esp?ritu, su conformidad con la voluntad divina en el rigor
de la tribulaci?n, y el fondo de virtud que atesoraba su alma
de ap?stol.