ijoletIn de la Real Academia Gallega 151
por, privilegio de 19 de Diciembre de 1371, que confirmaron despu?s
sus sucesores Juan I en 1379 y Juan II en 1442?
En virtud de aquel acto de liberalidad del bastardo de Alfonso XI,
la humilde villa, cuyo lugar ocupa la moderna ciudad departamental de
las costas del N. de la Pen?nsula, gobernada, como todas las realengas de
Y no es de presumir, en efecto, que soberano tan irascible y vengativo como
el apu?alado en Montiel, que mand? matar al Arcediano D. Diego Arias Maldo
nado, en Burgos, sin m?s fundamento que la suposici?n de que hab?a recibido
cartas de su hermano, y a Fern?n S?nchez de Rojas, Alfonso G?mez, Diego
Mart?nez y G?mez Manrique, por ser amigos del bastardo, y a veintid?s hom
bres buenos, en Toledo, por ser partidarios de D.a Blanca (*), dispensara, sin
grandes y poderosas razones de agradecimiento y afecto, merced tan se?alada
como la concedida al famoso pr?cer gallego, despu?s de los servicios prestados
por ?ste a la causa del agitador del Reino, combatiendo tenazmente en sus filas
y facilitando su huida desde el puerto de Ferrol a Asturias, y desde all? a Viz
caya, (donde estaba D. Tello su hermano e donde se fu? por la mar a la Roche
la, (**), contra los designios de D. Pedro que, si bien di? cartas de seguridad al
fugitivo para marchar a Francia, estaba tan distante de haber procedido leal
mente y desear la voluntaria expatriaci?n de D. Enrique, que al mismo tiempo
escrib?a el Infante D. Juan, al Adelantado de Castilla c? ? todos los otros oficia
les ? se?ores ? caballeros de las comarcas por do el infante avia de pasar, que
le toviesen el camino ? le matasen..:, (***). Los muchos buenos et leales servicios
a que se refiere el privilegio de Murviedro no nos son conocidos, por falta de su
ficientes documentos, pero, de todos modos, las vacilaciones y la inconstancia
de nuestro Fern?n P?rez de Andrade resultan a todas luces evidentes, sin cons
tituir un caso excepcional o extra?o en la relaci?n m?s aproximada a la realidad
de la vida ordinaria, en los ?ltimos siglos de la Edad Media espa?ola.
No se via amor ni lealtad, dice el P. Mariana, refiri?ndose a los primeros
a?os del reinado de Alfonso XI; el deseo de acrecentar cada cual sus estados,
les ten?a ocupadas las voluntades. Mud?banse a cada paso los gobiernos; los
mismos se aficionaban ora a una parte, ora a otra, conforme a cada cual le
agradaba. El vulgo, con la esperanza del inter?s, se vend?a al que m?s le daba,
vario como suele ser e inconstante en sus prop?sitos:..
?Ah! Los tiempds en que Alfonso VIII castigaba con la p?rdida de los ojos,
primero, y de la vida despu?s, la alevos?a del enemigo infiel que le entreg? el
fuerte castillo de Zorita, asesinando al alcalde que lo gobernaba, a nombre de
los Castros, estaban ya entonces muy lejos; y el h?bito de las ingratitudes, las
deslealtades, las traiciones y los perjurios, hab?a adquirido demasiado predomi
nio sobre las virtudes y los caracteres proverbiales de las antiguas familias pe
ninsulares para que la defecci?n de Fern?n P?rez constituya un borr?n en su
fama de consecuente y leal compa?ero del pr?digo y licencioso Enrique de
Trastamara.
( ? ) Ferrer del R?o, Examen hist?ricocritico del reinado de D. Pedro de Castilla, p?gs. 95 Y z13.
(") G?ndara, Armas y triunfos de Galicia, cap. xxviu. Ayala, Chron., A?o vil, cap. vi.
("") Ayala, Chron., A?o vil, cap. v.
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