70 BOLET?N DE LA REAL ACADEMIA GALLEGA
astucia. La condesa saca a escena en El Tesoro de Gast?n (esta
vez con satisfacci?n) un hombre malicioso, "Lourido", que con
juga todos sus esfuerzos para hallar antes que su amo un tesoro
escondido en la mansi?n y para unir una de sus hijas al se?or ".
En Los Pazos de Ulloa, la astucia de Primitivo reviste un aspecto
demon?aco: es el usurero que presta a su se?or, el' dinero que
el mismo le roba sobre los alquileres. Este es el administrador
oficial y, en realidad, el verdadero aut?crata de la hacienda.
La condesa nos presenta por otra parte en Buc?lica un ser
primitivo cuya ignorancia se al?a con la pasividad y la sumi
si?n: Maripepa que se entrega a sus instintos y se ofrece a su
se?or.
La ignorancia transparece tambi?n en la imaginaci?n inge
nua y supersticiosa del campesino como do?a Emilia nos ha
revelado en numerosos. cuentos.
El gallego sue?a con las viejas leyendas trasmitidas de ge
neraci?n en generaci?n: Los "pazos", esas moradas se?oriales
se adornan para ?l con una aureola de misterio. Conserva en
su memoria los relatos de los padres, sabe que, ocultos en los
muros espesos de tales mansiones, escondidos en alg?n rinc?n
de los grandes dominios se encuentran algunos tesoros:
"la tradici?n era constante: en aquel vetusto pazo
hab?a enterrado un tesoro'
la imaginaci?n del Campesino se ejercitaba, por otra parte, en
algunas ocasiones sobre un hecho real.
La imaginaci?n se manifiesta tambi?n en la religiosidad
llena de temor con la cual adora los santos. Un cuento tal como
Ofrecido 34, nos lo demuestra con sabor. Presenta en escena una
vieja campesina que revela al joven se?or del pazo que ?l le
debe la vida: La se?ora de Valdeorras en ocho a?os de casada
no hab?a tenido ning?n hijo; era preciso que Natalia consagrara
el heredero a Santa Comba para que aqu?l pudiera nacer.
"Ofrec? lo que viniese al Monti?o, llevando cria
tura viva por supuesto... y a los nueve meses, ?Santa
Gloriosa!".
32 Dios castiga, t. II, p. 1.804. Ge?rgicas, t. II, p. 1.681.
" Ag., t, II, p. 642.
3'4 El sonar del r?o, Ag., t. II, p. 1.795.
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