LETRAS DE DUELO 115
ninguna bibliograf?a del mismo. Tambi?n hab?a dado a la es
tampa La tristeza de la paz, Luz de luna y La procesi?n de los
d?as, editada la primera en 1910 y las dos ?ltimas en 1915. Des
pu?s de la recopilaci?n de sus Acotaciones, en 1916 aparecen
Volvoreta y Las siete columnas, ambas en 1917, y a continua
ci?n la serie de libros siguientes: Las gafas del diablo y Silen
cio, en 1918; Ha entrado un ladr?n, en 1920; El espejo ir?nico,
en 1921; Tragedias de la vida vulgar, en 1922; El secreto de
Barba Azul, en 1923; Visiones de neurastenia y Relato inmoral,
las dos en 1924; Unos pasos de mujer, El ladr?n de gl?ndulas
y El pa?s de papel, las tres en 1929; Los que no fuimos a la
guerra y Fantasmas, ambas en 1930; Por qu? te enga?a tu ma
rido y El malvado Carabel, en 1931; El hombre que compr? un
autom?vil, en 1932; Aventuras del Caballero Rogelio de Amaral,
en, 1933; Los trabajos del detective Ring, en 1934; Una isla en
el Mar Rojo, en 1939; La novela n?mero 13, en 1941; El bosque
animado, en 1943; El ilustre Cardona y La nube enjaulada, am
bas en 1944; El toro, el torero y el gato, en 1946, y De porter?a
a porter?a, en 1948. Y otros muchos t?tulos que es fuerza omitir.
De esta copiosa labor no ocultaba Wenceslao Fern?ndez Fl?
rez su predilecci?n por El bosque animado y manifestaba su
temor de que fuera el que lograse menor favor del p?blico, lo
que no sucedi?. Garc?a Mercadal llama la atenci?n sobre este
libro, con el que la cr?tica no guard? la debida atenci?n, y que
tiene por algo insuperable dentro de la producci?n del escritor
gallego.
Con mucho acierto dice Manuel Halc?n que esta obra, en
la creaci?n contempor?nea, s?lo encuentra parentesco en los
dibujos de Walt Disney, por motivos de intensidad pl?stica,
principalmente. Y Joaqu?n de Entrambasaguas lo se?ala como
la c?spide de la producci?n de Fern?ndez Fl?rez, y constituye
una de las cinco o seis obras cumbres ?y acaso sea excesivo
el n?mero? de la literatura actual.
El bosque animado, con el que yo me atrever?a a sugerir
una lejana afinidad con El libro de las tierras v?rgenes, de
Rudyard Kipling, y en el que es punto menos que imposible
llevar la lengua a una mayor limpieza, no es un producto de
laboratorio; es, ante y sobre todo, un mundo de incomparable