198 Dolet?n de la Real Academia Gallega
? que fu? escrito teniendo ante los ojos y dentro del coraz?n los paisajes
y los amores de Galicia. Hasta la forma le delata. Hay en el fondo de
los asuntos que trata una vaguedad, que si se acomoda como era de
obligaci?n ? la ?ndole de la leyenda, no por eso es rnenos propia de
nuestro catheter. Hay tambi?n en la expresi?n de los afectos algo . de
aquel sentimiento quo tocando en ocasiones los l?mites del sentimenta
lismo, delata las tendencias propias del pueblo gallego, tan dado a. las
dulces tristezas, ? los vagos sue?os, ? lo maravilloso y lo sobrenatural?
Despu?s de este modest() homenaje ? la inemoria del quo fu?
digno compafrero, para no abusar de vuestra condescendencia debiera
dar fin ? este trabajo, pero como la pr?ctica en casos como este en que
me hallo, exija haga algunas consideraciones sobre el tema del discurso
del nuevo Acad?mico, os suplico me otorgu?is unos momentos m?s j
vuestra ben?vola atenci?n y, contando con ella, permitidme espigar un
poco en el campo en que el Sr. Morillo, mi carifioso amigo, ha sabido
recolectar tan ?pimas cosechas cual la que ? la vista nuestra ha pre
sentado.
**
La desastrosa retirada de las tropas inglesas mandadas por el ge
neral Moore y el tan poco conocido parte del Marques de la Romana,
protestando ante el pals, de los vand?licos hechos por aquel ej?reito
realizados, constituyen el tema del hermoso discurso del Acad?mico
Excmo. Sr. L?pez Morillo.
El juicio que en ?l formula, por m?s que va envuelto en la pru
dente reserva ? que su especial condici?n le inclina, es de rigurosa.
censura al comportamiento de este caudillo brit?nico.
La conducta de este general, aun apreciada con toda la indulgen
cia con que los espafioles juzgamos ? los hombres de otros pueblos y
que contrasta tristemente eon la dureza que al juzgar ? los nuestros
ponemos, merece la mayor reprobaci?n.
En el libro diario que su hermano public? en Londres, en 1809,
obra que consider? necesaria para justificar su conducta puesta en
entredicho por toda la opini?n p?blica, hallamos fundamentos bastan
tes para sacar el convencimiento, no s?lo de la poca simpat?a que
nuestropais le inspiraba?eon euya idea no debi? poner pies en nuestra
Patria?sino del prop?sito que siempre abrig?siquiera ocult?ndolo
con las nebulosidades impropias de un noble caracter?de retornar
cuanto antes pudiera ? Inglaterra; fuera porque comprendi? que la