VALLEINCL?N Y EL CONCEPTO DEL TEATRO 19
certeramente coordenada con el crudo y elocuente di?logo, y
con tipos perfectamente definidos e incrustados en las cambian
tes situaciones, que matizan, adecuada y estrat?gicamente, la
exposici?n y el nudo hasta llevarnos de la mano a un desenlace,
que completa y cierra la homogeneidad de la obra, con la aco
modaci?n a la inflexibilidad del concepto y exigencias esc?nicas
propugnadas por ValleIncl?n y por ?l llevadas a sus ?ltimas
consecuencias.
IV
Omitiendo cualquier otro comentario sobre el resto de la
carta de ValleIncl?n, que, en todo caso, es una consecuencia
l?gica de su exposici?n y criterio, s? quiz? convenga recordar
aquella su frase humor?stica relativa al "fusilamiento de los
Quintero", o aquella otra de que los autores de comedias ?"des
de Morat?n hasta Benavente"?, parecen nacidos bajo una mesa
camilla: "Son fetos abortados en una tertulia casera".
Porque una y otra reflejan el ambiente pueblerino y sensi
blero de la sociedad y del teatro de entonces, con el triunfo de
los Quintero y de Benavente, que acaso hoy no obtendr?an tan
f?cilmente, entre otros motivos, porque el sentimiento y la cul
tura de los espectadores crearon otro tipo de autor dram?tico,
queya no estremece ante el enigma alejandrino, es decir, ante
aquella especie de adivinanza, que se ofrec?a envuelta en el ro
paje de palabras o situaciones m?s o menos artificiosas.
Contra el teatro romanticista de los primeros y el aburgue
sado de los ?ltimos, opuso y desarroll? ValleIncl?n la revolu
ci?n estructural del suyo, adelant?ndose en m?s de cincuenta
a?os a las normas hoy vigentes. Esta su certera visi?n, que ?l
sab?a aceptable para un futuro lleno de posibilidades, fue lo que
le hizo luchar contra empresarios y directores de escena y contra
la incomprensi?n de los dramaturgos de su tiempo. Por eso, y
porque estaba seguro de s? mismo, exclamar?a una y otra vez:
"Nadie mejor que yo sabe que mis obras no son obras de p?bli
co...; son obras para una noche en Madrid, y gracias... Ya lle
gar? nuestro d?a".
No hace falta insistir en que ese d?a lleg?; en que el entonces