264 bolet?n de la. Real ,kcademia Gallega
y pusil?nime, cuando reflejaba entonces, el dolor de las muchedum
bres afligidas? Los que no habeis vivido aquellos d?as de desventura,
no teneis derecho a tanto.
Por fortuna, el cielo se apiad? de nosotros y aparecieron los prime
ros versos verdaderamente gallegos con que una mujer?no necesito
decir su nombre, pues est? en vuestros labios?realiz? el milagro de
levantar nuestro esp?ritu popular, y dar a Galicia una lengua literaria
y consagrar con ella una nacionalidad. En el camino de las reivindica
ciones y casi de la adoraci?n de todo lo nuestro, bien pronto la si.guie,
ron los nuevos poetas que como un coro escogido levantaron el nombre
del pa?s y le cubrieron de gloria. Mas lleg? el momento en que herida
de muerte la autora de Cantares Gallegos, como quien se despide de lo
que m?s amaba, di? a la prensa Follas Novas diciendo que ya no escri
bir?a m?s versos en la lengua materna. Era esto en el afeo 1880, a?o
de bendici?n para las letras en Galicia, pues a un tiempo vieron la luz
Follas Novas, y Aires d'a mi?a terra de nuestro inmortal Curros En
r?quez. Y de este modo al astro que declinaba vino a sustituir el que
asomaba poderoso en el horizonte, y el austero, el rudo, el c?lido estro
del nuevo poeta, llen? de golpe el vac?o que dejaba la que no tard?
mucho en entrar en su descanso. Fueron dos ?xitos que conmovieron
la vida literaria de Galicia, dos libros distintos y un mismo empe?o,
fruto de dos almas condenadas a un mismo trabajo, a una misma
muerte y a una misma gloria.
Por de pronto, el libro de Curros, conmovi? de tal modo el esp?ri
tu p?blico, que su autor fu? saludado como un denodado combatiente.
Y lo era en verdad. Sobre sus versos pasaba airado un soplo agresivo
contra toda violencia. Con ellos her?a las tiran?as que pesaban sobre
su pueblo, con ellos consolaba las afliciones del sin auxilio, y condena
ba las supersticiones que a su juicio ten?an atada el alma campesina a
la ignorancia ambiente. ?Que m?s se quer?a?
No es este el momento oportuno de juzgar su obra. Para Galicia,
para cuantos en esta hora le rendimos una prueba de nuestra admira
ci?n, basta con lo dicho en su honor antes, despu?s, siempre.
Tiempo llegar? en que el p?stero juicio de los hombres, le rinda,.
como nosotros lo hacemos, el perpetuo tributo de alabanza que mere
ce. Tiempo llegar? en que su nombre, libre de toda sombra y de toda
sospecha, resuene en nuestros campos y ciudades, en la soledad de las
llanuras y en el misterio de los m?s ocultos retiros, con aquella fuerza,
aquella claridad y apasionado acento, de que hoy en este lugar damos
el m?s claro testimonio. Las almas sedientas de justicia, que desde el