Bolet?n de la' Real ylcademia Gallega 3`
sable'trib .it? a la muerte, antes, mucho antes, de lo que nosotros espe
r?bamos y'it isi?ramos.
Perte?ecfa nuestro malogrado Presidente al Cuerpo de Archiveros,'
Bibliotecarios y' Arque?logos. En sus a?os juveniles vino a la Coru?a,
destinado' al Archivo General de Galicia, y desde entonces ya no sali?'
de nuestra capital, pues aqu? prest?' despu?s servicio en el Archivo de
la Delegaci?n. de Hacienda, volviendo m?s tarde al Archivo General
como' jefe.
En la Coru?a arraig? y en la Coru?a form? su hogar, contrayendo'
matrimonio con una distinguida dama coru?es?; D.a. Petra Mor?s, que'
fu? su dulce compa?era y que con' sus nativas virtudes de mujer galle
ga supo inculcar en su esposo y transmitir a sus hijos el intenso cari?o'
a Galicia que los gallegos sinceros llevamos siempre con nosotros, como'
herencia leg?timamente adquirida. Y as? pudo lograrse que el que era
un ilustre astorgano de nacimiento se convirtiese en un ferviente ga .
llego de coraz?n, que tuvo para esta tierra los m?s acendrados cari?os.
Y as? pudo darse la feliz casualidad de que nuestro llorado Presidente
formase con el finado arzobispo de Tarragona D. Antol?n L?pez Pel?ez
y con el insigne orador sagrado D. Marcelo Mac?as, aquella gloriosa'
Trinidad Astorgana que tanto y tan brillantemente labor? por Galicia
y para Galicia en el campo de la historia, de la literatura, de la biogra
f?a y de la elocuencia. De esos tres benem?ritos astorganosgallegos
queda nuestro admirado maestro y venerable compa?ero de Academia
D. Marcelo Mac?as, cuya vida guarde Dios muchos a?os, y nunca esta
gastada frase tuvo m?s sincera y m?s sentida expresi?n que ahora. El
Sr. Mac?as vino a la Coru?a para recoger el ?ltimo aliento de su paisa
no D. Andr?s, pues ambos se profesaban un cari?o de verdaderos her
manos.
El Sr. Mart?nez Salazar, que en Galicia era como una instituci?n,
y en la Coru?a hab?a creado una familia honorable que le adoraba,
muri? como ten?a que morir: rodeado de todos los respetos y de todas
las veneraciones que justamente merec?a' por su fecunda vida de tra
bajo. Y en esta hora solemne en que para ?l acab? todo lo terrenal,
bien puede decirse que mientras su cuerpo baja a la tierra, su esp?ritu
queda en el santuario de nuestros recuerdos, como una l?mpara votiva
que no se apagar? jam?s y que habr? de servirnos de ejemplo y de en
se?anza en tanto nosotros vivamos.
La muerte del insigne publicista no es solo una p?rdida dolorosa
para su distinguida familia, en la que figuran personas tan queridas
para nosotros como su hijo el Acad?mico electo D. Fernando Mart?nez