Dolelin de la Real Academia Gallega 253.
colocar el nombre de su amada Galicia junto con el de su patria adoptiva,
la Rep?blica Argentina.
Ha dicho un notable escritor y publicista, G?mez de Baquero, que
?el culto de los muertos no se celebra para los muertos, pues en tal caso
?seria idolatria, sino para los vivos, que pueden aprender de ellos y edifi
?carse con su ejemplo.? Mas yo opino que esa idolatria se explica y hasta
se justifica en aquellos pueblos de remotas edades, como el Egipto entre
otros, que no conocieron la sublime doctrina que propagara y difundiera;
el cristianismo, a cuyo soplo prodigioso derrumb?ronse, tras largas cen
turias de cruentas luchas y sacrificios inenarrables, todos los dioses del
paganismo, todas las castas, y todas las injusticias y privilegios. El culto
de los que fueron debe significar para los hombres del presente, aparte de
un ejemplo y de una ense?anza indiscutibles, cuando no un acto de t?cita
contrici?n, de rendido vasallaje a la gran Niveladora social; a esa soberana
majestad ante cuyo incontrastable poderio han de caer inertes, convertidos:
en polvo vil, m?s tarde o m?s temprano, las mayores potestades y los
m?s grandes infortunios de la tierra. ?Memento homo!...
Los tiempos que alcanzamos parecen confundir, como en ?nico y.
supremo ideal, y valga la paradoja, mezquinos prop?sitos de enriquecerse
a toda costa y gozar de los regalos y comodidades y placeres efimeros de
la vida material, a expensas, frecuentemente, de la moral y la justicia,
junto con los arrestos estupendos en el cultivo de la fuerza brutal, exage
rando con un quijotismo a la inversa el desarrollo y la conservaci?n y
defensa de hombres, pueblos e instituciones.
Tiempos son ?stos, os digo, en los que la mentira convencional se
presenta a nuestros ojos at?nitos a modo de exponente de una nueva
mentalidad funesta y desquiciadora del edificio social. Tiempos, repito,
que m?s se prestan a concitar la voluntad y los sentidos, a la manera de
un se?uelo enga?ador, para la consecuci?n de semejantes fines, ambicio
nes y concupiscencias, que para enderezar aqu?lla, por medio del estudio,
del trabajo y de la perseverancia, hacia las incruentas e inefables conquis
tas con que los sabios y estudiosos alcanzaron a arrebatar a la ciencia sus
arcanos, y aplicar ?stos luego, transformados, multiplicados, difundidos,
a las necesidades m?ltiples de la existencia del hombre, honrando y bene
ficiando con ello a la humanidad, a la civilizaci?n y a la patria.
Fu? nuestro conterr?neo Rodriguez uno de esos predestinados. Bon
dadoso hasta rayar en altruista; prudente sin afectaci?n; inteligente y
laborioso sin petulancia; y ardiente y amartelado adorador de su encan
tadora Galicia, bast?le a ?ste para considerarse feliz en la ausencia del bien
amado, abrir de par en par las fuentes de su inspiraci?n y de su entusias
mo por el en la solitaria calma del hogar.
Por ella y para ella, tras largas y continuadas vigilias, robadas al des
canso de las tareas cotidianas, produjo valiosas lucubraciones, que ora
narrando con singular gracejo, unas veces, cuadros y escenas populares de
la vida regional en idioma gallego, que manejaba como pocos, y otras
describiendo las costumbres patriarcales, o los po?ticos paisales de aquella
privilegiada tierra; ora propagando, henchido de la fe del ap?stol y la
devoci?n del cruzado, todo cuanto juzgaba conveniente y 661 para el en