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joletin de la Real ycademia Gallega 127
en el campo intelectual de la muchedumbre, tened se?ores por seguro
que Galicia hubiera presentado tan rica ,cosecha como la de los pueblos
germanos, ya bajo el punto de vista de la tradici?n religiosa y nacional,
ya de las aspiraciones pqpulares, de las supersticiones tan ?ntimamente
ligadas a la multitud, que parecen adheridas a sus carnes para siempre,
de la viva expresi?n de sus dolores, del; sentimiento: po?tico que les es
ing?nito, en una palabra, de su vida interna durante siglos.
A la luz y calor del amplio hogar, ora en las casas religiosas, ora en
el de los humildes trabajadores de la tierra y del mar, lo mismo en las
salas del palacio campesino, que en la celda del monje, en todas ellas
resonaban a cada momento las viejas canciones y, como en vaso transpa
rente, se guardaban las tradiciones, las supersticiones, la poes?a, los re
cuerdos, las esperanzas de todas aquellas gentes solitarias, cuyas almas
sencillas respond?an f?cilmente a la emoci?n po?tica. Para ellos hab?a un
mundo especial, una religi?n suya, una patria que no se extend?a m?s
all? de los lindes de la parroquia a que pertenec?an. Pero en su alma,
como en los cielos que les cubr?an, pesaban diariamente los gratos pen
samientos lo mismo que los acerbos dolores que a su hora les aflig?an
como una cosa misteriosa, o como una fatalidad incontrastable, que
bajaba de lo alto, y no pod?an oponerle m?s que la resignaci?n a que tan
por entero les acostumbr? la vida amarga que llevaron. , Y esto hoy, y
ma?ana, y siempre, hasta que lucieron losd?as de esperanza que al pre
sente les animan.
De esos hombres, de esa sociedad, de esa vida rudimentaria, a?n se
conserva la flor de la poes?a oral, . encerrada en el dulce y amable panal
de nuestra lengua. Y esta es principalmente la que se propone recoger y
estudiar la Academia. Esos restos dispersos del pasado, caer?n, por lo
} tanto, bajo el imperio de amor con que nuestra Corporaci?n ha de mirar
cuanto nos pertenece, correspondiendo de este modo, tanto a los manda
tos de nuestro coraz?n, como a los generosos esfuerzos con que vinieron
a ayudarla aquellos hermanos ausentes, a quienes enviamos desde aqu?
nuestro saludo. Ella, pues, tratar? de recoger las reliquias de esa vida
tradicional, de estudiarlas, de devolverlas la que a?n conservan, de hacer
que aquel eco se renueve, en una palabra, que cuanto es nuestro y no
est? muerto del todo, recobre de nuevo la existencia.
Creed, se?ores, que en tan sagrada empresa una gran fe nos alienta,
un noble sentimiento nos gu?a, una suprema fuerza nos impele y lleva a
trabajar en el campo fertil?simo, pero todav?a sin labrar, de nuestra vida
intelectual popular. Y al decir popular, no cre?is que lo hacemos, sepa
rando de ella, la de mayor cultura, sino porque en .Gtlicia lo popular lo
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