José Fontenla Leal
BOLETÍN DA REAL ACADEMIA GALEGA
todos, grandes y chicos, ricos y pobres, han hecho del citado establecimiento algo así como un baluarte inexpugnable de Galicia, atalaya de concordia, en cuyo mástil el más elevado tremola la enseña de Santiago con esta sencilla pero hermosa inscripción: Solidaridad regional. Representan La Peña 25 distinguidos compatriotas de los diferentes matices sociales, presididos por el culto caballero D. Secundino G. Varela, teniendo por Presidente honorario y único al insigne poeta y literato D. Manuel Curros Enríquez. El sábado último, 12 del corriente, inauguró su constitución tan simpática colectividad con una espléndida cena que hará época en los fastos de la historia de nuestra colonia, no sólo por lo exquisito del menú servido por el propio Fénix y compuesto de productos exclusivamente gallegos, adquiridos en la casa de los amigos Romero y Montessino, principalmente, por la trascendental acontecimiento de haber surgido ansiadas reconciliaciones entre miembros prominentes de la colonia. Eran las 11 de la noche cuando en torno de amplia y bien presentada mesa, esmaltada con bouquets de flores naturales, ocupaban sus asientos, además de los presidentes honorario y efectivo [sic] de La Peña, los asociados siguientes: Sres. Juan José López Pérez, Lcdo. José López Pérez, José Castro Chané, José Pego Robles16, Segundo Casteleiro, Plácido Lugrís, Juan Martínez, Francisco Pego Pita, Armando Cora, José Fontenla, José Abeleira, Francisco Fernández, Arturo Regalado, Leopoldo Pita, Ramón Fernández, Antonio López Méndez, Víctor Pita, Antonio Montes, José Collazo y Angel Barros. Y llegó la hora de los brindis. Y los hubo y muy notables por cierto, entre otros, los del insigne Curros Enríquez, Secundino G. Varela, Lcdo. López Pérez, Plácido Lugrís y D. José Pego Robles. Quisiéramos haber recogido taquigráficamente algunas de las oraciones pronunciadas, pues no confiamos á nuestra pluma, tosca é inhábil, la tarea, difícil por cierto, de reconstruir los inspirados período, pletóricos de bellas imágenes y puro patriotismo, con que hubieron de deleitarnos los oradores en la, por tantos conceptos, fiesta memorable. Pero la nota más saliente de la noche, lo que ha dejado en el espíritu una impresión indeleble, han sido las canciones de la tierra que el eximio Chané, al son de la guitarra que domina á maravilla entonaba con tal sentimiento, con ternura tanta, que aquel auditorio de gallegos no advertía que les había sorprendido la alborada, extasiados en el más deleitable arrobamiento... Un rasgo magnífico: cuando Chané cantó Os teus ollos, Unha noite y A foliada, el genial Lugrís hubo de exclamar: «¡Pueblo que tiene música é idioma tan sublimes, debiera imponer leyes al mundo!». Y terminaremos esta modesta reseña con uno de los conceptos que hemos podido retener del brindis del señor Barros: «.......Fiesta de hermanos congregados por un sentimiento común, impulsados por esAs
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Nº 362