Bolettn de la Real Academia Gallega 19
y libreros de la Villa y Corte y al p?blico lector de Espana entera;
en tanto que nuestro D. Benito ve?ase constre?ido a recorrer el
suelo patrio de extremo a extremo, amarrado al yunque de humild?
simo destino para poder vivir con lamentable parvedad.
Sin embargo, uno y otro vuelven a juntarse en un sobresaliente
instante de la vida literaria de ambos. Fu? en los aims 1854 a 1857,
en que culmin? la labor de los dos novelistas, dando sus m?s f amo
sas novelas a la estampa: Fern?ndez y Gonz?lez, Martin Gil, Los
Mon f?es de las Alpujarras y El cocinero de Su Majestad; Vicetto
su Roj?n Rojal y Los Hidalgos de Mont orte, las obras cumbres por
las que uno y otro novelista viven en la memoria de las gentes y
perduran en los fastos de nuestra literatura. M?s wan: en un mis
mo a?o, el 1856, salen al mundo de la publicidad Los Monf?es en
Madrid y Los Hidalgos en La Coru?a, las obras m?s representati
vas, m?s grandes, m?s excelsas de sus respectivos creadores; y para
que el destino les fuera parejo, una y otra alcanzaron la m?s alta
consagraci?n: Los Mon f ?es en la pluma de 'Zorrilla, nuestro poeta
nacional, que confiesa en sus ?Recuerdos del tiempo viejo? cu?nto
aquella novela le enamoraba; Los Hidalgos en la de Murgu?a, el
ap?stol y maestro, quien, inspirado en su lectura, dedic? a la som
bra ingente del h?roe de la Frouseira aquel cl?sico soneto que as?
concluye :
a ... presten las flores
perfume al viento en que su credo zumba,
himnos de honor los viejos trovadores,
paz y descanso su olvidada tumba.?
Despu?s de aquel ?lgido momento, ya nada produjeron los dos
novelistas que pueda ser puesto al lado y a la par de las obras
apuntadas.
Riqu?sima fantasia y variada paleta descriptiva y numerosa
invenci?n 1 a de Fernandez y Gonzalez! ?dice nuestra inmortal
D. a Emilia?. Al principio fu? el poeta del pasado que remozaba los
libros de caballer?as y prestaba a la tradici?n heroiconacional esa
vida que de vez en cuando le otorgan genios privilegiados. C?mo
concluy? nadie lo ignora : por entregas interminables, por tomos
vendidos a infimo precio, por obras de baja ley, escritas pro pane
lucrando.
Tampoco logr? ya nuestro Vicetto sobrepujar, ni aun mantener,
las alturas conq?istadas. El caballero de Calatrava, Arac?li, El ca
zador de fantasmas, el mismo Lago de la Limia no tienen con Los