242 BOLET?N DE LA REAL ACADEMIA GALLEGA
montes que se descubren tr?s el Orbigo, desde Astorga (Cap?
tulo LXXIII, Lib. I), o que el Abad de Chiuse ?Clusensis?
entra en Galicia ?por las ?speras gargantas de sus montes y
llega fielmente ala Apost?lica ciudad, Compostela? (Cap?tu
lo LXXIX, Lib. I),. o que el Arzobispo de Braga viene a ?L?=
rez desde la Sede Bracarense por los altos montes y deprimi
dos valles? (Cap. LXXXII, Lib. I), o cuando ?bajo el silencio
de una intempestiva noche emprenden la marcha los esforza
dos guerreros y en breve tiempo llegan a Burgos y ocupan la
monta?a y fijan sus tiendas junto al castillo? (Cap. LXXXV,
Lib. I), y mil citas m?s.
No s?lo encontramos estas breves alusiones al medio geo
gr?fico en que se realizan las acciones que relata la Cr?nica,
sino que descubrirnos tambi?n, como vamos a ver, una clara y
consciente sensaci?n del paisaje. Veamos c?mo se hace el re
lato del paso del Mi?o de regreso de Portugal cuando lo del
?p?o latrocinio? y no perdamos de vista tampoco la constan
cia del elemento maravilloso al que hemos de referirnos m?s
tarde. Dice as? : ?El r?o [Mi?o], que durante los tres d?as an
teriores tan horrorosas olas levantaba que no hab?a barcas
que lo atravesasen, ahora, luego que los cuerpos de los san
tos se posaron en su ribera, pareci? moverse a reverenciarlos,
pues, relegada la fiereza del aura impaciente y desvanecida ?
la intemperie del aire, tanta facilidad mostr? para dejarse pa
sar y transportar los santos, cuanta pod?a suministrar la pla
nicie de su agua, la cual, apaciguadas las olas, flu?a tan tran
quila que ni una peque?a .oleada lo agitaba? (Cap. XV, Li
bro I; P. Fl?rez, 3940).
Se dan incluso detalles y noticias como el de la isla que
est? en ?medio del r?o: ?Tenemos, es verdad, el r?o por me
dio, que separa a los dos.ej?rcitos, y para nuestros enemigos
[los portugueses] es como un muro; pero que los compostela
nos e irienses prueben vadear con las naves el r?o, y que se
den prisa para ocupar la isla que est? m?s pr?xima a los por
tugueses (hab?a una isla en medio del Mi?o) y unos en las
naves y otros a nado pasen el r?o?. Esto dice Gelm?nez a
Do?a Urraca, en la invasi?n de Portugal, relatada en el Cap?
tulo XL del Lib. II.
Del Mi?o pasemos ahora a la descripci?n del regreso de
Hugo, Obispo .de Oporto, de un viaje a Roma y su paso por