bolet?n de la Real Academia Gallega ,197
gimos monumentos en los campos a nuestras divinidades y les rendi
mos all? culto y celebramos romer?as en su obsequio.
Esto admitido, las cazoletas u hoyos de estas y otras insculturas
rupestres, pierden el valor alfab?tico o ideogr?fico que se les hab?a
dado, o supuesto, teniendo, adem?s, en cuenta, que los primeros nave
gantes rodios que llegaron a Espa?a, lo hicieron en el siglo ix antes
de J. C., viniendo en competencia con sus maestros los fenicios; y los
que les siguieron despu?s, focenses y m?s, en el siglo viii, hab?an reci
bido como aqu?llos, de los fenicios, todo su saber, y por lo tanto, su
escritura, que seg?n Champolli?n y Roug?, se derivaba de la egipcia,
y de la que nos quedan muestras en Espa?a; con lo cual, la introduc
ci?n de la escritura en Europa, atribuida a Kadmo, seg?n unos, y se
g?n otros, a Orfeo, Linos, Museo y Palameo, debe entenderse aplicable
al alfabeto llamado c?dmico, modificado despu?s en varias localidades,
y aceptado con car?cter general por los atenienses, en el siglo y, con
la variaci?n j?nica, que es el que al presente cono?emos y que os
tenta la moneda de ?KvoEstaw?, que se?ala a estas insculturas una fe
cha comprendida entre los a?os 190 al 100 antes de J. C. Todo lo cual,
desde los comienzos de este nuestro estudio, se apoya y robustece con
el calificativo de ?Grcecorum sobolis?, aplicado por Plinio (siglo i antes
de J. C.) a las gentes de esta parte del litoral gallego.
Pudi?ramos extendernos m?s en otras consideraciones sobre lob
elementos que entran en la composici?n de estas insculturas, que me
jor ajustados resultar?an a la deificaci?n del h?roe ateniense, cuyo
culto fu? m?s tarde, por motivos pol?ticos, aceptado en la isla de Creta;
pero estas consideraciones las haremos en trabajos ulteriores de la ?n
dole del presente, que tenemos bastante adelantados.
Ahora bien : ?habremos conseguido aclarar, en parte, al menos,
este misterio? Por lo que se refiere alas insculturas del ?Monte de Mo
gor?, ?Pedra d'a Moura encantada? y a las del ?Outeiro d'as laxes?,
creernos que s?. Sin embargo, como la ciencia hist?rica no tiene por ?
objeto final la glorificaci?n de los hombres, sin? el esclarecimiento de
la verdad, por esta convicci?n que tenemos, no nos causar?a molestia,
que cualquier d?a, esta ciencia arqueol?gica tan inflexible, viniese a pri
varnos de este vislumbre de gloria; pero no importa: el caso es que la
verdad se esclarezca, que es lo ?nico que debe perdurar.
J. FERN?NDEZ GIL Y CASAL.
Villagarc?a de Arosa, Febrero de 1916.