Bolet?n de la ykcademia Gallega 79
rosas filigranas de la composici?n, el sentimiento del amor, que de las
bajas regiones del instinto, donde se traduce en ego?smo y pasi?n bru
tal, se eleva en progresivo desarrollo a las superiores regiones de lo
ideal, de lo soberanamente bueno y. hermoso, ha sufrido en el decurso
del tiempo radicales transformaciones, ha evolucionado, como los dem?s
sentimientos humanos en la historia y en el arte.
En el mundo grecoromano la concepci?n filos?fica del amor dis
taba de la mitol?gica lo que el cielo de la tierra. En concepto de S?
crates y de Plat?n, el amor, depurado de toda escoria de pasi?n, es el
amor de lo bello y de lo bueno identificados con la verdad, amor que
S?crates se representaba como un s?r intermedio entre el mortal y el
inmortal, como un demonio, cuya misi?n era servir de int?rprete entre
los dioses y los hombres, llevando de la tierra al cielo los votos y ho
menajes de los mortales, y del cielo a la tierra las voluntades y benefi
cios de los dioses. La mitolog?a, en cambio, lo personificaba en un dios
nif?o, alado, desnudo, con una venda en los ojos, armado de arco y car
caj, que disparaba flechas, ya de oro, para encender las almas en amor,
ya de plomo para infundirles aversi?n y antipat?a; amor carnal, concu
piscente, sexual, el amor que Ovidio redujo a arte, escribiendo una
preceptiva amatoria, que pone de manifiesto el hondo abismo de, he
diondez y podredumbre moral en que hab?a ca?do el pueblo romano.
La concepci?n filos?fica, era una sublime abstracci?n, que para na
da influ?a en la realidad de la vida, y el amor cl?sico, aunque a veces
se inspirase en las haza?as de los h?roes y en las ol?mpicas magnifi
cencias de los dioses, no ten?a fuerza de expansi?n bastante para tras
pasar las fronteras, y por eso hubo b?rbaros; no ten?a calor y fuego
bastantes para derretir los grillos y las cadenas, y por eso hubo escla
vos; no ten?a elevaci?n y santidad bastante en la familia, y por eso la
mujer, considerada como un s?r inferior, fu? tan s?lo un medio de pro
creaci?n y un instrumento de placer; no ten?a, en fin, virtualidad bas
tante de cohesi?n en la sociedad, y por eso pudo decirse que el hombre
era un lobo para el hombre.
Pero llega un d?a en que la tierra se enciende en un fuego de
amor que baja del cielo, y desde aquel instante b?rranse las fronteras,
y no hay b?rbaros; qui?branse las cadenas, y no hay esclavos; dignif?
case la familia, y la mujer se eleva a reina del hogar con todos los de
rechos inherentes a su condici?n de madre y de esposa; desaparecen
las diferencias que separaban al patricio del plebeyo, al eup?trida del
ilota; y los hombres todos se unen en estrecho abrazo proclam?ndose
hermanos, hijos de un mismo padre, del Dios amorosisimo que est?