? 84 . ljolelfn de la Real ykcademia Gallega
Galicia; los que ten?amos como honor muy grande ser gallegos y trabajar
con todo el entusiasmo para que todo el mundo conozca las grandezas de
nuestra Galicia, tendr?amos tal vez la recompensa en su amor, el d?a que
pudi?ramos besarla de rodillas, y despu?s mirarla frente a frente; mientras
que ellos enrojecer?an de verg?enza, y si se atrevieran a besarla, aquella
tierra santa les dir?a: ?Desleygados!...
Parece una iron?a sangrienta decir que hay gallegos por el mundo
que se averg?enian de serlo, cuando tenemos fama de morir de nostalgia
en nuestras peregrinaciones por la tierra. Nada de iron?as. Los hay,
como en todos los pueblos, que no aman ni son capaces de amar otra
cosa que la satisfacci?n de sus pasiones ego?stas, y no tienen mis patria
que la panza. Otros se olvidan pronto del mezquino petate con que salie
ron del hogar y de la patria, y, acariciados porla fortuna loca, se aver
g?enzan de oirse llamar despectivamente ?gallegos!, y juran y perjuran
.
super, los encargados de dirigir y encauzar todo lo que se relacione con
las grandezas de la patria chica. No les hablen de la Real Academia Galle
ga, ni de ninguna de esas zarandajas, que nos gastamos nosotros, creyen
do hacer obra de grande amor a la patria. ?Qu? sabemos nosotros lo que
engrandece ni empeque?ece! Ah? se est?n ellos, sobre el trono de gloria
que sostienen .algunos hombros de hombres del; pais de Lilipup, sobre
ese pobre pueblo que emigra, y tiene que entrar en su casa, pidiendo
permiso y con el sombrero en la mano; ?Miserias humanas!
No porque haya esas manchas, hemos de creer que el amor ala
patria agoniza o muere. Tengo para m? que, actualmente, el amor se
muere por una indigesti?n de carne que le propinan las costumbres mo
dernas. Pero en nuestro amor a Galicia no puede haber otra indigesti?n
que la de vanidad, diablillo tentador que sigue nuestros pasos y, cuando
pod?amos aparecer verdaderamente grandes por la sencillez, nos tienta y
hace desbarrar como locos. El castigo es la,socarroneria con queles tratan
los mismos que andan a caza de sus miradas protectoras.
En compensaci?n de esos pobres hombres, hay una inmensidad de
gallegos noblotes, sencillos, ansiosos del engrandecimiento de nuestra
adorada Galicia. Y a ellos nos dirigimos para unir nuestros esfuerzos en
bien de la gloria de nuestra peque?a patria.
Creo que esto fu? mi discurso; y si no lo fu?, que valga como si lo
hubiera sido.