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broten ya fibres en el campo de mi fantasia, haya enfriado, ni entibia
do siquiera en mi pecho los encendidos y fervorosos afectos de mi
juventud. Estad seguro, senor Presidente, y estadlo todos, se?ores, de
que la honda, la intensa gratitud que siento en estos instantes, perdu
rar? viva en mi alma, y en ella la llevar? al bajar al silencioso des
canso de la tumba.
Se?ores: Aunque no desaparecer? en mucho tiempo la honda, la
profund?sima emoci?n que produce en mi alma la solemnidad del ho
menaje que os dign?is tributarme, fuerza ser? que me sobreponga a
ella para corresponder a esta espl?ndida manifestaci?n de afecto y sim
patia, poniendo de manifiesto los pensamientos que en este moment()
cruzan por mi mente y los sentimientos que abriga mi coraz?n, si bien la
palabra habr? de seguir brotando de mis labios sin el vigor, las galas y
lozan?a que a la fr?a y cansada vejez pedir?a on vano; que lay! no es esta
la voz que, hace m?s de treinta a?os, reson? vigorosa y entusiasta bajo
las sagradas b?vedas del templo de San Jorge, ensalzando el b?lico
ardimiento de los coru?eses y la ?pica haza?a de la intr?pida Maria
Pita, en la gloriosa fecha de 1589.
Cu?n consolador es, se?ores, pensar que el hombre no est? sujeto
a la ciega fatalidad, al hado tir?nico e inexorable que se imaginaban
con terror los gentiles, que no es una pelota en manos de los dioses,
como dijo Plauto en el teatro de la antigua Roma, y creer confiada
y mente en la profunda verdad que encierran estas palabras eon que
nuestro ilustre Murgu?a di? comienzo al magn?fico discurso preliminar
de su His?oria de Galicia: aCamina la humanidad, dice, at cumpli
miento de su destino, y obedece a la ley providencial que la rige, hasta
en los momentos en quo nos parece m?s exenta de su influjo miste
rioso?. No estuve exento yo de esa by y de ese influjo, al encaminarme
a esta bendita tierra, y abrigo la convicci?n de quo la divina Provi
dencia, cuya oculta y misteriosa acci?n se extiende hasta el love soplo
del viento quo recatadamente arrebata la semilla de algunas plantas,
y la lleva, y la deposita en otra parte, para que all? brote, arraigue y
fructifique, la Providencia gui? mis pasos a la ciudad de las Burgas, a
la insigne ciudad, antigua corte de los Reyes suevos, quo tiene la
gloria de haberse realizado en ella la conversi?n al catolicismo de
Charrarico y el pueblo suevo, treinta y seis a?os antes quo Recaredo
y los godos lo abrazaran en Toledo, acontecimiento transcendentalfsi
mo, sin el cual no se hubiera verificado la unidad religiosa nacional; a
} la bella Amnia, quo hube de representarme on la imaginaci?n como
egregia matrona, rad?ante de majestad y de hermosura, reclinada en