102 Bolet?n de.la'Real 54c?demia Gallega
la que sufr?a los embates, ni la acci?n, ni hasta el ensue?o lo que le
arrastraba, era si, su edad, su tiempo, que ni ocasi?n le daba para
poner su pi? en tierra de salvaci?ny quietud.
?Su edad! Apenas ten?a veinte a?os. ?Su tiempo! Ah, se?ores,
generalmente se habla del romanticismo que fu? su fruto, como de
una cosa ligera, sin otra importancia que la expresi?n atormentadora
del momento, desconociendo la suma influencia que tuvo en la socie
dad de aquel entonces, sociedad de nervios en perp?tua tensi?n, de
inquietas voluntades, de enso?adoras melancolias. No eran aquellos
acentos fruto de una exagerada, cuando no falsa expresi?n, sino una
realidad que envolv?a al hombre y cuanto le rodeaba, y en que para
todos era la muerte, la isla del reposo, como con felic?sima expresion
la denomin? Espronceda.
Adem?s tuvo el romanticismo en Espa?a, una fuerza superior ?
la que ejerci? en el resto de Europa. Hubo de sentirsele aqu? con un
doble peso. Fu? para nosotros ?poca, iluminada para unos con las es
peranzas que la. Era liberal abri? ante todo coraz?n entusiasta, mien
tras otros cre?an .la religi?n del pasado en peligro. De ah? las hostili
dades, la guerra civil, sin piedad, sin cuartel, que, seg? tantas vidas'
en su comienzo, y oblig? ? nuestros padres ? vivir en medio de los
combates, en que la muerte aparec?a como el ?nico puerto de refugio
posible. Pedid sosiego? ? los ?nimos exaltados por la lucha, pensa
mientos de paz y de amor ? los que ? cada instante ve?an caer al h'?
roe en el campo de batalla! ?Y feliz ?l sino perdi? la vida en el cua
dro militar formado por sus enemigos y ? veces por sus mismos
camaradas! No lo, dudeis, se?ores, el hombre pondr? siempre doble
fuerza en sus pasiones. En tales momentos el amor ? el ?dio, tiene
para ?l una energ?a sin piedad; porque esas horas de incertidumbre
y de dolor son de una violencia que nada aten?a. Entra su estrago
en su coraz?n y lo exalta; toca ? nuestra alma y se apodera de ella
para siempre.
D?as m?s pr?speros vinieron, tan pronto la paz tendi? sobre
campos y viviendas el necesario sosiego. Los conocimos en nuestra
juventud, yPastor D?az en sus horas de descanso. Para nosotros no
habla m?s que el vasto horizonte que s? tend?a ante nuestros anhe
los, m?s para el Maestro, ten?an algo de lo que habla dejado ? sus
espaldas, algo de esperanzas desvanecidas, y tambi?n de la luz viva
que las hab?a iluminado, y si templaban su sangre con sus rayos ma
tinales, el alma del poeta se negaba ? renovar los apasionados aoentos
de sus veinte a?os. Porquea?alladas las' pasiones, disipadas las ante