Bolet?n de la Real academia Gallega iot
que diez a?os, pero un mundo en su producci?n literaria. Era Pastor
D?az en politica, moderado, revolucionario en sus versos, y Bautista
Alonso, su contempor?neo y conterr?neo, que exaltado en pol?tica,
pertenec?a en el fondo y en la forma al pasado: contraste singular,
que se explica f?cilmente. Era el primero un coraz?n que hablaba,
era el segundo el eco de un arte expirante y fr?o. A cual de ellos la
victoria?
Claro es, se?ores, que si los versos de Pastor D?az encierran los
graves misterios de su coraz?n, debieran poner de manifiesto ? nues
tras miradas, cuanto de oculto conservan. Mas no es as?, ni sus ver
sos, ni las p?ginas de su novela de Villahermosa ? la China, ?nica en
que su vida apasionada se transparenta?aunque de las exhalaciones f
que iluminan las noches de verano, vivas, r?pidas, de las que no
puede esperarse m?s luz que la del instante?son capaces de decirnos,
por que duras pruebas pas? aquel coraz?n, qu? felicidades debi? al
cielo, y hasta con que duras pruebas fueron ca stigados 'sus extrav?os
amorosos. Fugitivos rasgos, encerrados en frases discretas, que ?l
mismo fu? subrayando, nos indican, pero nada m?s, c?mo Su Memo
ria fu? escrita en Madrid para quien all? habitaba, y era due?a del
coraz?n del poeta, la misma, sin ninguna duda, ? quien dirigi? la
Ep?stola, que en la colecci?n de sus versos, viene despu?s de la ante
rior composici?n, como quien quiere unirlas, en un mismo movi
miento de su,alma, en una misma realidad, y en aquella soledad que
para ?l parec?a eterna lo mismo
?cuando amaros no cre?a
Y soledad... cuando os adoro ausente?.
Y en verdad que no era esta, aquella que recuerda en su poes?a,
A la Luna, escrita ? los veinte a?os, la infortunada ? quien cerr? los
ojos y or? sobre la desierta losa,
?Donde no corre ya l?grima alguna?,
a?n cuando es m?s que posible sea la misma ? quien se dirije En
una despedida, en la cual est? claramente espresado el temor de que
con ella, se ponga t?rmino ? emociones que cre?a eternas.
No lo extra?eis, se?ores, Su pasi?n, como pasi?n de poeta, fu?
inextinguible. En ella toca su parte ? cuantas am? con una implaca
ble voluntad. Confunde en una cuantas ten?an derecho it sus recuer
dos. Unidas y confundidas por largas .y crueles contrariedades, por
gratas emociones y por amarguras que tal vez ni el mismo sepulcro
pudo agotar, ha de asegurarse que no era tan s?lo su alma cansada