jolel?n de la Real 5lcadem?a Gallega 155
Pero, los restos de Montojo, en los que s?lo se advierte ? simple vista ?
la presencia de innurnerables trozos de ladrillos, denotan que en la
edificaci?n ? que correspondieron, a?u prodominaba ese material cer?
mico, tan del gusto romano y por ende de la civilizaci?n subsiguien
te; de lo cual infi?rese que debe datar de la ?poca sueva ? visigoda.
Al fin, el arcedianato de .Arros (como el de Labacencos), apesar
de toda su alta siguificaci?n y derechos llist?ricos que le asistian,
desapareci? de nuestra organizaci?n eclesi?stica despu?s del siglo xir,
borr?ndose con ello el ?ltimo vostigio topon?mico del renombrado
pueblo arrotreba. En cambio perdur? el de Trasancos (suprimido al fin
en 1851, al reducirse los autiguos arcediauatos ? uuo s?lo p"or cada
obispado), y cuando menos en la cooturia XVIII compreud?a en su
circunsoripci?u el Condado de Santa Marta de Ortigueira, cuyo escu
do de armas?de puro car?cter geogr?fico?cantado on una de sus
hermosas obras por el genial Lope de Vega, muestra como principal
empresa her?ldica los tros grandes aguillones con quo termina el tor
mentoso Cabo Ortegal; el Artabruni de los antiguos nautas.
FEDERICO MACI?EIRA PARDO DE LAMA.
Ortigueira, Enero 1911.
FORTALEZAS DE GALICIA
EL CASTILLO DE LOS CONDES DE RIBADAVIA ?
Pocas villas de Galicia tienen un pasado tan importante en nues
tra historia corno Ribadavia. Corte alg?n d?a de un rey que se llam?
de Galicia; famosa un tiempo, en las contiendas pol?ticose?oriales que
tan revuelta trajeron ? nuestra tierra en el Ultimo tercio de la Edad
Media, es aun hoy interesante por los recuerdos hist?ricos, art?sticos y
arqueol?gicos que guarda entre sus t?picas y linajudas casas, que pa
recen vivir a?n, adormecidas por los recuerdos pasados, en una ?poca
que los tiempos sepultaron hace un par de centurias. Sus callejuelas
estrechas, ernpinadas y tortuosas, sus casas de puertas arqueadas y de
blasonadas p?redes, su barrio de la juder?a, sus monumentos religiosos
rom?nicos y ojivales, los muros que aun cercan la villa y el castillo se
?orial que la corona, atraen y cautivan por las ensefianzas que encie