Bolet?n de la Real ,kcademia Gallega 87
cer que revolotee en el aula, ante sus disc?pulos, extra?a mariposa ne
gra, trazando en los aires, en caracteres de luz, con el polvillo de oro
de sus alas, el esclarecido nombre del joven poeta' que la cre? en sus
ensue?os, y la sinti? zumbar en torno suyo, vi?ndola luego trocarse en
Genio celestial.
Pero ?ah, se?ores! la voz que en estos momentos solicita vuestra
atenci?n, ? par que la m?s generosa benevolencia, no es ya la misma
que reson? vigorosa, para celebrar los tit?nicos esfuerzos del gran Fei
j?o, de aquel nuevo H?rcules, que con la fe en el alma y la vista fija
en el cielo, descarga la formidable maza de la cr?tica sobre la espanto
sa hidra de la superstici?n, y la acosa, y la vence, y cercena sus m?lti
ples cabezas; no es la misma que hizo surgir la venerable sombra de
San Rosendo, del hombre extraordinario suscitado por Dios, para glo
ria de Galicia, en la d?cima centuria, y lo present? en medio de las
sangrientas luchas y an?rquicas turbulencias de aquel siglo de hierro,
con el b?culo pastoral en una mano y la espada en la otra, rechazando
? los ?rabes y ? los normandos, y fundando ? la vez grandiosos mo
nasterios; ni es tampoco la misma que vibr? con acentos de patri?tico
entusiasmo, al narrar los gloriosos episodios de la her?ica Mar?a Pita
en la defensa de la Coru?a, y del esforzado Cachamui?a en la puerta
de la Gamboa, en la reconquista de Vigo.
No, no tiene ya mi voz las cadencias y modulaciones que deleitan
el o?do, ni el timbre y las resonancias que conmueven el alma y des
piertan vivos afectos y. sentimientos en el coraz?n. ?La nieve de los
a?os ha ca?do con tanta abundancia sobre mi frente! ?Han abierto en
ella tan hondos surcos las desgracias de la vida! Pero qu? importa.
?Por ventura la nieve que cubre como un sudario las cimas de los
montes, apaga el fuego que arde en las entra?as del planeta, ni siquie
ra roba los matices y disipa los perfumes de las florecillas que se abren
humildes en la falda? ?Acaso el hielo que aprisiona con grillos de dia
mante las linfas de las aguas, detiene la corriente del arroyuelo, que se
desliza callada, jugando en su lecho con las blancas guijas, ya que no
puede acariciar en la orilla las pintadas flores?
Por fortuna, ni las amarguras de la vida, ni el curso de los a?os
han debilitado las energ?as de mi esp?ritu, ni han apagado el entusias
mo en mi coraz?n; y as? como, cuando el sol derrite las nieves y los l?
quidos cristales, los montes y los collados vuelven ? ostentar su manto
de verdura, y en las orillas del riachuelo brotan de nuevo las flores en
tre los erguidos juncos y las sonantes espada?as, as? tambi?n, ante los
resplandores del sol que hace justamente un siglo, se alz? en esta ri