BOLETIN DE LA REAL ACADEMIA GALLEGA 327
Era a principos del siglo y yo apenas en estos conocimientos
me iniciara. En Galicia s?lo se ten?an en parte conocidas las
iglesias de Santa Comba de Bande, publicada en 1900 por Sales
y Ferr? y San Pedro de Rocas, por don Arturo V?zquez. N??ez,
en 1902, a cuyos respectivos trabajos sigui? el publicado por
Villaamil y Castro, en 1903, acerca de la capilla monac?l de Sa
mos, San Miguel de Celanova y Santa Comba de Bande. Esto
era todo. Ten?a yo por entonces diecisiete a?os.
Poco a poco, conforme los estilos prerom?nicos se fueron
fijando, se fueron tambi?n poco a poco, nuestros monumentos
conociendo. A ello contribu? modestamente publicando, en 1923;
los restos de la, iglesia visig?tica de San Martin de Orense;
en 1925, la iglesia moz?rabe de San Marti?o de Paz? y el in
teresante crism?n del siglo V de la ermita de Quiroga; en 1928,
la iglesia moz?rabe de Santa Maria de Ribadelogio, los relieves
visig?tocos de Lugo y de Saamasas, un ?necesario? trabajo so
bre la inscripci?n de San Pedro de Rocas, del a?o 573 (de cuya
antig?edad alguien dudara); las iglesias prerom?nicas de San
ta Eufemia de Amb?a y de Santa Maria de Mix?s, asi como un
trabajoresumen sobre ?La arquitectura prerom?nica en Gali
cia,, entre otros. Tal era ? entonces el inter?s que por esta arqui
tectura yo ten?a que la escog? para asunto de mi discurso de in
greso en la Real Academia Gallega, a la que tengo en este Colo
quio el honor de representar, el 18 de marzo de 1927. Quiero
con ello, de intento, decir, cu?nto el conocimiento de dicha ar
quitectura me preocupaba y hasta d?nde a su mejor conocimien
to, en lo que pude, ayud?.
Suscit?se por aquellos a?os de mis comienzos en el estudio
de nuestra arquitectura, al que luego, modestamente, mi vida,
en gran parte, consagr?, cierta famosa disputa entre nuestros
historiadores; famosa no s?lo por el asunto, que era sobre la
importancia de lo c?ltico y de lo su?vico en Galicia, sino tam
bi?n por quienes m?s o menos directamente aparec?an al frente
de las dos tendencias que por entonces, hasta violentamente, en
la prensa con todo ardor se discut?an: el ilustre patriarca de las
letras gallegas y primer presidente de nuestra Real Academia,
el que fue mi querido y admirado amigo y maestro don Manuel
Murgu?a, para el que quiero en este momento tener el recuer
do cari?oso que merece, al que segu?an los escritores que for