388 BOLET?N DE LA REAL ACADEMIA GALLEGA
Dios no la tomar?a cuenta en el d?a del juicio. En la carida
y en la penitencia dio grandes muestras de ser alma (elegid,
por (Dios. Se privaba de muchas cosas por aliviar al pr?jimo
y era tanto el rigor para consigo misma que se temi? contra
gera la gangrena. Se le manifest? el c?ncer en un pecho qu?
solamente por mandato de su confesor manifest? al m?dico, e
cual diagnostic? que ya no ten?a remedio; con todo, continuo
asistiendo a todos los actos de comunidad hasta que finalment
cay? en cama en el mes de julio, y aunque se levant? alguno
d?as, volvi? a recaer gravemente en el mes de septiembre. Desdt
entonces es dif?cil explicar c?mo pudo sufrir tanto en todo stt
cuerpo ya que el c?ncer le invadi? el otro pecho. Lleg? a nl
cesitar los cuidados de todas las religiosas, pues era tanto
pus que expulsaba que traspasaba las s?banas plegadas en ochl
dobleces. Finalmente, el c?ncer se apoder? de todo su cuerpC.,
padeciendo fuertes dolores con gran serenidad y rostro so,
riente. Llegado ya el clia, de su glorioso tr?nsito, se prepar
devotamente para recibir los santos sacramentos, sobre todo
de la Eucarist?a, de la (que siempre hab?a sido muy devota, fai.
lleciendo el 14.1.1829, festividad del Stmo. Nombre de Jes?t
Sor Patricia Garc?a, hija de don Jos? Garc?a y de do?a Rafael
Pi?eiro, vecinos de la ciudad de Santiago, tom? el h?bito e
julio de 1831 y (profes? el 21.V11.1833.
A consecuencia de las leyes inicuas de la exclaustraci?n,
a?o 1836 el gobierno espa?ol se incaut? de los bienes tiel col*
vento, quedando las religiosas reducidas a la mayor penuril,
teni?ndose que sustentar con limosnas de piadosos bienhechor
res. A mediados de dicho a?o se decret? su .expulsi?n. El ii
de agosto, a las once de la ma?ana, fue llamada la abade4
al locutorio y se le intim? la orden de desalojar inmediatarnenet
el edificio conventual, de suerte que estuviese desocupad? /1
toque de Avemar?as del mismo d?a. Para que las religiosas Ir
pudiesen salvar los enseres de la comunidad fueron embarga'
dos por las autoridades civiles todos los carros de la ciudad, r
suerte que no se pudo disponer de medios de transporte. Cra
tal motivo, hubop?rdidas enormes. La comunidad de Sal.
Clara se compon?a entonces de 19 religiosas,que fueron trt .
ladadas al convento de la Ense?anza. Con el disgusto de la 40
lida murieron cinco monjas a los pocos meses, entre ellas:
abadesa sor Joaquina Seijas. Fallecieron tambi?n sor Jos