sotettn de la Academia callega 331
expresarse asi : ?No lo hemos sentido sollozar, m?s de una vez en
sus rezos privados, pidiendo piedad y compasi?n para sus culpas
que el cre?a muy grandes? En el oratorio de su casa nos emocio
naba a todos, impresionaba con sensaci?n indescriptible, el mo
menta en que L?pez Ferreira realizaba la Comuni?n. ? Qu? fe !
Qu? devoci?n! ?Qu?transfigurado aparec?a aquel semblante ante
la grandiosidad del acto! ... Si, no podia ser menos; Dios ten?a que
bajar con especial predilecci?n al cuerpo de aquel siervo que de
ni?o hizo votos jam?s incumplidos, que de joven rigi? con singu
lar acierto las conciencias de sus feligreses; que consagr? su vida
entera a propagar las doctrinas de Jesucristo, los esplendores cte
su Iglesia, las glorias de su Ap?stol.?
Cuarenta altos pr?ximamente llev? de can?nigo el sefior L?
pez Ferreira, trabajando siempre por el esplendor de .la Basilica:
compostelana, cuyas piedras revis? una por una ?valga la frase:?,
para acometer la publicaci?n de la magna obra de su Histnria,
verdadero monumento literario suficiente a dar renombre al rn?s
reput.ado hombre de ciencia.
Y a esto debi?se que fuese , ?el alma de la Catedral? durante
su paso por ella, en la que dirigi? los trabajos constructores de la
Cripta del Ap?stol, los de la reforma de las Capillas de la Comu
ni?n y del Espiritu Santo, en la primera de las flue se han levaa
tado artisticos mausoleos a varones tan ilustres de la Basilica san
tiaguesa coma D. Lope de Mendoza y D. Bartolom? Rajoy y en la
segunda se restauraron varios sepulcros de gran valor arqueol?gico,
que encierran las cenizas de otros insignes varones de dicha iglesia.
Extensa enumeraci?n resultar?a la que pudi?ramos hater de
toda su labor arqueol?gica dentro de los muros de su guerid?sima
que hoy el dolor desgarra. Quiero ser yo mismo el que trace su figura
intima, para que ma?ana mis hijos al leerla y meditarla, se enorgullezcan
de llevar su apellido, aprendan en el ejemplo de su virtud, se formen en'
las ense?anzas de su vida, y maldigan, s?, maldigan tambi?n,, como yo
maldigo, a los que amargaron su existencia con ingratitudes, con insidias,
con desafectos, lastimando aquel temperamento de ni?o, desolando aquel
organismo minado por la virtud y e1 trabajo; porque Dies no dejar? de
castigar al que acibarase un solo instance una vida que, como la de L,?
pez Ferreiro, lleg? a los setenta y dos altos sin hacer mal jams a nadie,
disculpando ,siempre a todos, practicando el bien y engrandeciendo con
los frutos de su privilegiada inteligencia a la Religi?n, a la Ciencia y a la7
Patria. ?