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de y generosa, comision? a dos segores para que visitasen a la insigne
poetisa y se ofreciesen a ella, para todo, en nombre del Centro.
Cumplieron los comisionados su delicada misi?u, y la fuerte y
abnegada Rosal?a, despu?s de agradecerles vivamente su inter?s, les
contest?: que mientras viviese su marido nada precisaba.
As? y todo, el benem?rito Centro Gallego, de una manera digna y
decorosa, atendi? seguidamente, como se proponla, a la abnegada y be
roica mujer.
Con los humildes era afable en extremo. De ah? la exclamaci?n
de Ia mendiga de Padr?n al ver sacar el cad?ver de la casa mortu?ria.
?Eu nunca vin a vela que me 'non acompa?ase hastra a porta
da horta.
Y al decirlo, lloraba, recordando aquella alma tan buena.
VI
Bien joven, por contratiempos de la suerte, vi?se alejada de su
tierra y del calor del hogar propio, privada de los afectos, consejos y
carigos maternales, bajo unos cielos que no eran los de su patria y
gestionando la revocaci?n de una injusta providencia que privaba a los
suyos de su fortuna. Aun cuando el carifio de una hermana de su ma
dre y de una de sus primas m?s queridas (1), por ser ambas de una
misma edad, mitigaran aquellas ausencias, bien pronto sinti? abrirse
en su coraz?n, hu?rfano de otro coraz?n gemelo, que ning?n otro puede
sustituir al de una madre en quien depositar sus confidencias y desaho
gar sus penas, la profunda herida del desencanto, y las galas de una
prematura juventud, huyerou despavoridas'ante la fr?a y triste realidad.
Quiz?s hubiera sido mejor para la triste Rosalie, que on la revolu
ci?n de 1856 que agit? las calles de la Corte, el b?rbaro, que, al verla
asomada para saber lo que ocurr?a, intent? hater blanco de su cuerpo,
hubiera acertado. As? hubi?rase librado la infeliz doncella de las gran
des amarguras que la acechaban, aun cuando Galicia no pudiera enva
necerse con su nombre. No vale Is gloria las l?grimas del sufrimiento
de una mujer.
En la tenaz melancol?a de sus horas solitarias, de esa ?spera sole
dad del coraz?n, en esos momentos de mfstico recogimiento en que se
siente como Nora el alma y en los que tanto trabaja el pensam?ento y
que tanto y tan considerablemente influyen en nuestra vida, fu? cuan
do el angel del dolor la hiri? implacable con sus negras alas.
(i) La que rue madre del distinguido periodista y escritor Alejandro P?rez Login