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joletin de la Real Academia Gallega 29
a plena luz encarg?ronse los rebuscadores de Archivos, los m?s eficaces
auxiliares en la tarea de reconstituci?n de nuestro idioma regional. Y
fu? Martinez Salazar, con la exhumaci?n de la famosa Cr?nica Troya
na y los Documentos gallegos de los siglos XIII al XVI; y fu? L?pez
Ferreiro, con las numerosas escrituras de los siglos medic's, recogidos
en la colecci?n diplom?tica de Galicia Hist?rica y en los ap?ndices de
la Historia de la Iglesia de Santiago; y fu? la Academia Gallega, en la
colecta de viejos papeles que publica como anejo de su BOLETIN; y la
Comisi?n Orensana de Monumentos Hist?ricos y Art?sticos en an?loga
labor; y los rebuscadores de antiguos diplomas VillaAmil y Castro,
Barreiro de W., Vaamoude Lores y tantos otros?, quienes, con su labor
perseverante y benedictina, fueron salvando del olvido en que yac?an
voces y palabras perfectamente gallegas, exclusivamente nuestras, sin
macula de bastardia y cuya existencia ni aun era sospechada por los
que no conoc?an otra lengua galaica que la desmedrada y enteca que ?
logr? un refugio salvador en nuestras chozas aldeanas.
Y es labor, la de aquellos pacientes eruditos, que importa mucho
afirmar y proseguir, para la completa restauraci?n de nuestro idioma.
Este, reducido, fuera de la ordinaria conversaci?n, al terreno casi exclu
sivo de la poes?a, aspira ya, al presente, al logro de m?s graves y so
lemnes destinos; y se ampara de la toga del tribuno y se yergue en el
sitial del acad?mico, y vibra en centelleantes ap?strofes y cincela p?rra
fos de magistrates ense?anzas. Y esto, que, empleado con discreci?n y
mesura, puede ser de gran provecho en la obra regeneradora, constitu
ye tam bi?n el m?s serio de los peligros, si no se le administra con par
simonia y m?todo. Porque suele acontecer que, en el calor del discurso
o en la abstracci?n y concentraci?n del pensamiento, ?ste no siempre
acierta a hallar, con la indispensable prontitud, la palabra precisa,
exacta, justa e inconfundible; y entonces se corre el inminente riesgo
de lanzarse por los trigos de Castilla adelante, galleguizando palabras
que no nos pertenecen e incurriendo en deplorables barbarismos, sole
cismos, prosaismos y dem?s ismos, enemigos mortales de todo lenguaje
castizo y puro. Y no digamos nada de cuando el orador o el literato
no encuentra dificultad en descender, desde la altura de su magisterio,
al ras del vulgo ignaro, temiendo no ser debidamente comprendido y
apelando, a este solo fin, a palabras de baja extracci?n y no siempre
de legitima procedencia. Para estos y otros tales fu? escrito el lema de
las armas de Rold?n: Nadie las mueva...
La obra del poeta suele ser sosegada y despaciosa, por sus mismas
dificultades y sus escollos continuados. Durante ella hay tiempo a pulir,