Mella de la Real ylcademia Gallega 79
Ahora bien, con gran acierto consigna Martins Sarmento en su con
cienzuda interpretaci?n de la Orae Maritimae, que ?la menci?n de un
promontorio sobrenti?ndese en el viejo periplo del siglo vi antes de J. C.,
en que se bas? Avienus para su obra geogr?fica, la vecindad de un puer
to ? conocido donde sol?an hacer escala las naves; ?el de la Coru?a
dice?, manifiestamente era designado por este medio?. ?El Veneris
Jugum a?ade, con sus islas vecinas, no era de cierto mencionado
para llamar la atenci?n de los mareantes sobre su configuraci?n topogr?
fica, sino para prevenirles de que estaban a llegar a un puerto que era
costumbre frecuentar, como el de la Coru?a?. Y ?s que el gran arque?
logo lusitano, deslumbrado por la brillante luz queda torrefaro de H?r
cules proyecta desde los legendarios tiempos del mito, sobre el gran
golfo cant?brico, no acert? a ver m?s que este caracter?stico vestigio n?u
tico de la antig?edad, pas?ndole desapercibido, como a todos los dem?s
autores nacionales y extranjeros, el otro gran hito existente en la Estaca
de Bares, al lado del Cabo da Muller Mari?a, que con la Torre de. H?r
cules determinan perfectamente el rumbo y alcance de la primitiva na
vegaci?n comercial.
Porque, si conforme vamos observando, existieron tales antiguas y
activas relaciones mar?timas entre nuestra Galicia, las tierras armorica
nas y las de los albiones e hibernios, que las leyendas, tradiciones y etno
graf?a vigorosamente nos acusan, y si los legendarios tartesios y colonos
de Cartago practicaron con frecuencia esta traves?a, imprescindiblemente
necesitaban aquellos mr rinos tener dispuesto en la costa del noroeste ib?
rico alg?n puerto que les sirviese de estaci?n para sus derrotasya que
no contaban con otros elementos de gu?a que los astros y las marcaciones
litoralesy para sus aprovisionamientos, reparaciones de los barcos y es
pera de tiempos favorables en el crucero m?s atrevido de aquellas ?pocas,
por unos mares que tanto temor infund?an a los antiguos mareantes. Sin
gularmente si consideramos que Herodoto, tratando:de la discutible cir
cunnavegaci?n de ?frica por los fenicios, consigna como ?stos ?as? como
ven?a el oto?o, sal?an a tierra en cualquier costa de Libia que les cogiese,
y all? hac?an sus sementeras y esperaban hasta la siega, en que recogida
su cosecha navegaban otra vez ?, lo cual quiere decir que ello era enton
ces, conforme la Iliada y la Odisea lo confirman, una pr?ctica en los
grandes viajes mar?timos.
Esto sentado, es consiguiente deducir que dada la importancia capi
tal de las avanzadas territoriales del noroeste hisp?nico, FinisterreTori
?ana y OrtegalE;taca, en orden a los rumbas y contingencias del tiem
po, para la navegaci?n a vela, m?xime de la defectuosa condici?n de la