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$olettn de la Academia 6allega 131
de la Capilla y le facilitaba toda clase de medics para conselguir
lo, lieg? a tener la orquesta m?s completa que en aquellos tiempos
podia desearse y un nutrido coro de voces que formaban tres
cuartetos. Mucho trabaj? este maestro, habiendo de hacer el
no escaso repertorio que se necesitaba para las numerosas funcio
nes que durante el afro se celebraban en esta iglesia, pues si bien
contaba con el de los maestros anteriores, era casi todo ?l sin
orquesta; adem?s, aunque apartado siempre de la senda lit?rgica,
iba mejorando el estilo general de la m?sica, y ya no podian ha
cer buen papel las obras de Chiodi, dadas las nuevas corrientes que
empezaban a dominar; tambi?n la instrumentaci?u podia per
mitirse m?s libertades, si bien del todo inocentes comparadas con .
las que hemos llegado a conocer. Todas estas causas obliaron al
maestro a renovar por completo el repertorio, y hasta tal punto
lo cumpli? que se conservan 'en el :archivo musical dieciocho abul
tados tomos de sus . partituras originates (1), escritas de su mano
con una limpidez y claridad que admiran. No he de cnumerar to
das sus obras; baste apuntar que compuso misas, salmos, lamen
taciones, oficios de difuntos, villancicos, etc., etc.
Del maestro L?pez no puede decirse que tuviese verdadero es
tilo religioso en sus composiciones. Entusiasmado? con su or
, questa, a ella se entreg? por completo, aprovechando las glosas,
adornos y fiorituri, si bien con moderaci?n; todo ? esto, sin em
bargo, dentro de la sencillez, a veces candorosa, del estilo de Haydn,
que es el modelo . al cual parece seguir m?s de cerca: tiene coros
en sus villancicos, que son verdaderos rond?s de cuarteto, o tiem
pos de sonata, algunos que no se desd.efiar?a de firmar el maestro
alem?n. Y a pesar de esto hac?a melod?as, sobre todo en los so,.
los de canto, tan ingenuas y sencillas, pero tan Hellas de unci?n re
ligiosa, que, indudablemente, mueven a devoc??n. Dej?base lle
var otras vecess por las frases hechas o lugares comunes, que
nunca dej? de haber en todos los estilos, y como en aquella ?poca
eran de mal gusto, menoseaban el valor de lo bueno con quo se
mezelan. Escribi? casi todas sus obras a ocho voces, en dos coros,
los cuales maneja muy oportunamente para contestarse o refor
zarse, y de aqu? saca buenos efectos. Sus obras culminantes son la
(1) Las de las misas est?n en la catedral de Mondo?edo ; sin duda
el maestro de aquella catedral, D. Jos?' Pacheco, las llev? cuando estuvo
estudiando con D. Melchor L?pez, pensionado por el Cabildo.