178 $oletin de la Real ylcademia Gallega
corre caudaloso el claro manantial de nuestra l?rica contempor?
nea. Las bellezas de pensamiento, la elevaci?n del estilo, la pureza
y espontaneidad de la versificaci?n, las exaltaciones? de la tierra
que fu? su cuna y es su eterno lecho, la depuraci?n del l?xico,
que sus arrebatos po?ticos convierten en came viva de nuestra
lengua, han hecho de Barcia Caballero uno de los escogidos y
de los sinceramente acatados.
En la c?tedra compostelana, que fu? para ?l durante muchos
altos como un altar de sacerdocio, puso de relieve sus altas dotes de
modelador y conductor de juventudes, administrando diariamente
a ?stas el pan espiritual de su sabidur?a, y oficiando siempre con
la autoridad que lc daban sus prestigios cient?ficos y sus paternales
condiciones educadoras.
Aquella su perenne y beat?fica sonrisa, que ganaba desde el
primer moment() los corazones; aquella su caracteristica placi
dez, que iluminaba su semblante apacible; aquella su acogedora
bondad, que esclavizaba las almas; aquella su voz meliflua y
dulce, que sonaba reposada y un . poco musicalmente; de tal
modo se infiltraban en quienes por primera vez acud?an a 61, que
as? se explican las generates simpat?as, los un?nimes respetos y
las fervorosas devociones que en todos sab?a despertar.
De D. Juan Barcia Caballero puede decirse sin equ?voco que
su rostro era el espejo de su alma, pura, limpia y casi infantil.
Cat?lico ferviente y sincero, no ocult? jam?s sus convicciones, sino
que per el contrario se complac?a en hacerlas ostensibles sin
rebozo, pero tambi?n sin 'vanos alardes, reconociendo que nada
hay m?s respetable, ni m?s honroso, hi m?s dignificador, ni m?s
santo, que la fe y la firmeza en los ideales y en las creencias.
Coraz?n de niflo, en su esp?ritu hallaban siempre asilo ben?
volo y consolador todas las desgracias y todos los infortunios aje
nos. As?, para los infelices que ten?an que ser acogidos en el
Sanatorio de Conjo, tan sabia y tan humanamente dirigido por ?1,
no era el fren?pata Seco y r?gido que cumple mec?nicamente una
misi?n profesional; era el padre cari?oso que alienta y conforta
en los cr?ticos momentos de la vida; era el hombre cordial y sen
sible que siente el ?ntimo placer de aliviar las desdichas de los
que las sufren, y sabe bien cuanto hay de hondo y terriblemente
espantoso en la p?rdida o perturbaci?n de las facultades mentales...
Como prosista era uno de los m?s atildados escritores galle
gos. En las principales revistas de nuestro pals y en las columnas
?