Doletin de la Academia Galleg? 391
transcendi? a la publicidad la parte quiz? m?s importante y d.esde
luego la de m?s amplia concepci?n art?stica. En su conjunto se
cuentan hasta cinco himnos; uno escrito para el ado de apertura
de la Exposici?n celebrada en La Coruna el a?o 1878; otro el que
cierra el poema Os ?rtabros, letra de D. Francisco Maria de la
Iglesia. Lo que sabemos de los tres restantes es por vagas referen
cias. A todos se les a?adi? el apelativo de regionales y ?l alienta la
incertidumbre de que contengan alguna de las propiedades especi
ficas, giros, ritmos, desinencias, de la m?sica abor?gen, vali?ndo
se, cuando menos, de simples imitaciones o pasajes epis?dicos de
que en el Himno oficial se ha prescindido, y no ciertamente por
ignorancia del autor, cuyas felioes disposiciones interpretativas le'
han grangeado leg?timos prestigios.
En la campatIa de la critica no nebi? haber quedado al margen
el dato interesant?simo que apunt?, con clara visi?n de la reali
dad, el docto music?logo y ejemplar religioso franciscano Fr. Luis
Maria Fern?ndez; precisar si en el ambiente peculiar de nuestros
aires regionales tiene adecuado acomodo la nota ?pica que cuadra
al himno. Si no lo tiene, habr? que convenir en que no era po
sible, al ser : traducidas al pent?grama las elocuentes, levantadas
estrofas de Pondal, que la lira del poeta y la lira del m?sico pudie
ran vibrar al un?sono.
Si pues el maestro Veiga padeci? error, ?ste pudo dirnanar de
la elecci?n voluntaria de una letra a la cual, tampoco est? demos
trado que el vate se hubiera propuesto imprimir car?cter de
Himno. Extraviada o p?rfidamente sustra?d? al acervo musical de
Galicia la partitura del poema, que s?lo conocieron los veinticua
tro devotos del autor que lo han cantado en el Palacio del Troca
dero de Paris, el af"to 1889, la desaparici?n nos priva de un valio
so elemento de consulta para comprobar si Veiga, en la plenitud de
la vida, se sinti? animado de un calor espiritual =is fuerte que el
que 1e comunic? la fant?stica figura de Breog?n, evocada cuando
sus facultades declinaban al ocaso; dando a cada n?mero de Os
?rtabros, cortejo de guerreros y druidas, pintura de una batalla, ro
m?ntica invocaci?n a la luna y plegaria a los dioses, canto ae vic
toria ? himno a la libertad, el color descriptivo y el sabor local quo
les corresponde, si es que en el ?mbito en que se desarrolla esa
compleja escena coral, flota el sutil efluvio de las puras esencias
campesinas.
Los Himnos que van apoder?ndose de las regiones que into
gran el suelo de Espa?a, presentan como ?nica excepci?n de m?si